Descansaba
con la cabeza apoyada en la ventanilla del colectivo que lo llevaba de vuelta a
casa. Dormía plácidamente, soñando con un viaje maravilloso que planeaba hacer
dentro de unos meses. Aunque probablemente ese viaje nunca se concretaría,
solía cancelar todos sus proyectos.
Llevaba puesta una camisa a cuadros rojos, y el pelo peinado de una manera
bastante extravagante, de la manera que le gustaba a su novia. Justamente,
acababa de acompañarla hasta su casa, luego de pasar el día de San Valentín
juntos.
Una sacudida lo despertó. El colectivo había frenado en la última parado antes
del camino por el campo. Miró alrededor, un anciano estaba sentado del otro
lado del pasillo, observándolo fijamente, aunque rápidamente giró la cabeza al
sentir el cruce de miradas.
El muchacho dejó de observar al hombre tras unos instantes para mirar por la
ventanilla, sin dejar de echar un rápido vistazo a la mujer que subía al
colectivo en ese momento, acompañada de una niña pequeña.
A través del vidrio empañado no se lograba ver gran cosa. Hacia atrás, las
luces de una gran fábrica que seguiría trabajando toda la noche, hacia delante
campo. Todo, hasta donde alcanzaba a ver, era un pasaje desolado, aunque la
espesa niebla que cubría en ese momento el lugar dificultaba un poco la visión.
-Vení, vení ¿Dónde estás?- escuchó decir a la madre de la niña mientras se
acercaba caminando por el pasillo.
Volteó a mirar y se llevó un pequeño sobresalto al encontrar a la pequeña
sentada a su lado, observándolo con sus grandes ojos, y una pícara sonrisa
asomando por la comisura de la boca.
-Te dije que te quedaras en la parte de adelante del colectivo- la mujer tomo a
la joven por la mano y la llevó hacia atrás, sin siquiera detenerse un segundo
en él, mientras el joven la veía pasar. Pudo oír como la golpeaba en la cabeza,
sintió como si él mismo hubiera recibido ese golpe, aún lo recordaba, a su
padre, golpeándolo cuando era pequeño. Esa no era forma de tratar a un chico.
Se levantó de su asiento para ir a decirle algo a la mujer, pero el colectivo
dio un giro brusco que volvió a depositarlo sobre su asiento.
-Saco una manito, la cierro, la abro, la vuelvo a guardar- la nena había
empezado a cantar una canción infantil.
El colectivo dio otro giro brusco y el joven se golpeó la parte de atrás de la
cabeza contra la ventanilla. Maldiciendo, caminó hacia el chofer del colectivo.
-Lo siento- murmuró el colectivero, mientras lo veía llegar- El camino está un
poco complicado hoy.
-¿Podríamos ir más despacio?
-Hay horarios- el hombre le señalo un pequeño reloj situado justo adelante suyo
que marcaba que llevaban unos pocos minutos de atraso.
-Saco
otra manito, la cierro, abro, la vuelvo a guardar.
Observó el rostro del hombre por el espejo. Tenía un aspecto que le resultaba
vagamente familiar, unos rasgos nativos que le recordaban vagamente a alguien,
aunque no podía recordar a quién.
-Cuenta la leyenda- se sobresaltó al notar que el hombre lo observaba por el
espejo fijamente a los ojos- Que cuando una niña canta una canción infantil en
una noche de niebla se desata una tragedia- Lo observó fijamente unos segundos
antes de lanzar un pequeño gritito- ¡Buaf!- rió siniestramente.
Volvió a sobresaltarse mientras el hombre reía a carcajadas en su asiento y
volvía a prestar atención al camino. Regresó a su propio asiento mientras la
chica seguía cantando.
-Saco las dos manitos, las cierro, las abro, las vuelvo a guardar.
Decidió que lo mejor sería dormir el resto del viaje.
GONZALO FERRUCCI dice, en facebook, que "llevaba varios meses sin escribir ningún relato corto (por no decir casi un año). Porque entre la facu, teatro, y un proyectito literario al que me estoy arriesgando esta faceta quedó un poco dejada de lado. Pero, un día, viajando en colectivo bajó la inspiración y de un tirón escribí esto, espero que les guste, sigo con la arriesgada idea de escribir cosas distintas a todo lo que escribí alguna vez, puede fallar.. Los dejo con el relato, abrazo y buena vibra :)"
ResponderEliminarmuchas gracias por publicarlo, espero que les guste, abrazo :)
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